domingo, 20 de mayo de 2012

RECUENTO

Concluyendo nosotros como Colombianos no debemos perder, destruir o irrespetar  esta cultura;  por lo que ha marcado tanto a nuestro país y nos ha dejado un legado que es cuidar  nuestra naturaleza, nuestros recursos naturales ya  que sin estos no podríamos sobrevivir.
Ademas de esto nos han enseñado  hacer mas comprometidos y cuidadosos con nuestras tierras, con nosotros mismos, como patria,y como seres humanos; la idea de esto es recordar  quienes somos, de donde provenimos y que podemos hacer para cuidar el tesoro que tenemos como la naturaleza  que nos han dejado los Chibchas.

IDIOMA


De la lectura de los cronistas se deduce que los Chibchas se expresaban con notable facilidad y que su idioma era muy rico en matices. Inclusive que cultivaban la poesía y que entonaban canciones muy parecidas a los villancicos españoles. Idearon una forma de expresarse por medio de signos y de figuras. Desafortunadamente con el tiempo y la extinción sistemática de su raza, tales sistemas de comunicación desaparecieron. Miguel Triana en su libro “El jeroglífico Chibcha” reproduce incontables símbolos grabados o pintados en piedras. Es posible que ellos encierren narraciones indescifradas hasta hoy. 
REFERENCIA:
    http://pwp.supercabletv.net.co/ 30 Abril de 2012

FIESTAS



Los Chibchas fueron esencialmente personas religiosas, es lógico deducir que las festividades y peregrinaciones fuesen muy frecuentes y aparatosas. El sol y la luna eran protectores de la agricultura, actividad básica y a ellos estaban destinados los ritos más solemnes y los tributos máximos. En su calidad de politeístas (creyentes en numerosos dioses), contaron con uno para cada quehacer: dios de los orfebres, de los comerciantes, de los tejedores, de los cortadores de madera, de la embriaguez, de los hombres corredores, de las siembras y las cosechas, etc. 







Las ceremonias revestían a veces caracteres de inaudita crueldad: criaban jóvenes llamadas mojas para sacrificarlas en honor al sol y embadurnar las piedras con su sangre para que el homenajeado la bebiera. Otra ceremonia cruel fue las niñas trituradas por los pilares de las casas de los señores principales. 
Las festividades profanas consistían en danzas acompañadas de cantos, música y abundantes libaciones de chicha. El deporte favorito fue sin duda el de las carreras de competencia. 

REFERENCIA:
 http://pwp.supercabletv.net.co/ 30 Abril de 2012


CREENCIAS Y COSTUMBRES


Para sus adoratorios se dirigían a las lagunas, allí encontraron el centro de su credo. Al sonido de alegres músicas danzaban a sus orillas, extendían los brazos, los levantaban, se postraban en devota actitud. Allí ofrecían a sus deidades suntuosas ofrendas de esmeraldas, de objetos de oro y de barro. Los momentos cumbres de su vida transcurrían ante ellas: el ruego por la buena suerte de los recién nacidos, la entrada a la pubertad, los enlaces matrimoniales. Un sacerdote o jaque, un cacique, antes de entrar en ejercicio de sus funciones, debían purificarse en sus aguas y no faltaban las personas que disponían como acto supremo que sus cuerpos, al morir, reposaran en el fondo.
Creían que en el principio de los tiempos el mundo estaba sumergido en tinieblas. Un ser supremo retenía la luz y súbitamente empezó a emitir los primeros rayos y dio principio a la creación haciendo que unas aves negras surcasen los espacios repartiendo aire luminoso por sus picos. El mismo ser omnipotente creó el sol, la luna, las estrellas y todo cuanto existe. El sol o Sua y su esposa la luna o Chía, fueron objeto de rendida veneración. El primero era el padre de la vida y como tal regalaba alegría, fecundidad, bienestar. La luna con su pálida faz les inspiraba emoción sagrada, amor, encanto ante los fenómenos de la naturaleza. 


El origen del hombre lo situaban en las aguas: de una laguna próxima a Tunja había salido una mujer llamada Bachué o “la mujer buena”, acompañada de un niño de tres años. Cuando creció se desposó con él y de esa pareja descendieron todos ellos. Bachué les enseñó lecciones muy sabias en todo sentido y ya anciana se dirigió con su marido a la laguna y ambos, convertidos en serpientes, se lanzaron a ella.
Enviado de Bochica fue Nemqueteba, quien les predicó sobre la inmortalidad del alma, los premios y castigos de ultratumba, de la resurrección, a la vez que perfeccionó las normas dictadas por su antecesor. 
Fuera de las deidades citadas rendían culto al arco iris, al espíritu del mal, al dios de la embriaguez y de tal modo sus divinidades eran numerosas que cada indio podía inventarse a quien idolatrar a su antojo ya fuera para cada actividad, en presencia de males e infortunios o para pedir a su capricho cuanto desease. 
Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Enviado de Bochica fue Nemqueteba, quien les predicó sobre la inmortalidad del alma, los premios y castigos de ultratumba, de la resurrección, a la vez que perfeccionó las normas dictadas por su antecesor. 
Fuera de las deidades citadas rendían culto al arco iris, al espíritu del mal, al dios de la embriaguez y de tal modo sus divinidades eran numerosas que cada indio podía inventarse a quien idolatrar a su antojo ya fuera para cada actividad, en presencia de males e infortunios o para pedir a su capricho cuanto desease.

Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba.

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Fuera de las deidades citadas rendían culto al arco iris, al espíritu del mal, al dios de la embriaguez y de tal modo sus divinidades eran numerosas que cada indio podía inventarse a quien idolatrar a su antojo ya fuera para cada actividad, en presencia de males e infortunios o para pedir a su capricho cuanto desease. 
Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba.

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Enviado de Bochica fue Nemqueteba, quien les predicó sobre la inmortalidad del alma, los premios y castigos de ultratumba, de la resurrección, a la vez que perfeccionó las normas dictadas por su antecesor. 
Fuera de las deidades citadas rendían culto al arco iris, al espíritu del mal, al dios de la embriaguez y de tal modo sus divinidades eran numerosas que cada indio podía inventarse a quien idolatrar a su antojo ya fuera para cada actividad, en presencia de males e infortunios o para pedir a su capricho cuanto desease.

Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba.

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Fuera de las deidades citadas rendían culto al arco iris, al espíritu del mal, al dios de la embriaguez y de tal modo sus divinidades eran numerosas que cada indio podía inventarse a quien idolatrar a su antojo ya fuera para cada actividad, en presencia de males e infortunios o para pedir a su capricho cuanto desease. 
Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba.

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Enviado de Bochica fue Nemqueteba, quien les predicó sobre la inmortalidad del alma, los premios y castigos de ultratumba, de la resurrección, a la vez que perfeccionó las normas dictadas por su antecesor. 
Fuera de las deidades citadas rendían culto al arco iris, al espíritu del mal, al dios de la embriaguez y de tal modo sus divinidades eran numerosas que cada indio podía inventarse a quien idolatrar a su antojo ya fuera para cada actividad, en presencia de males e infortunios o para pedir a su capricho cuanto desease.

Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba.

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Fuera de las deidades citadas rendían culto al arco iris, al espíritu del mal, al dios de la embriaguez y de tal modo sus divinidades eran numerosas que cada indio podía inventarse a quien idolatrar a su antojo ya fuera para cada actividad, en presencia de males e infortunios o para pedir a su capricho cuanto desease. 
Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba.

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
Enviado de Bochica fue Nemqueteba, quien les predicó sobre la inmortalidad del alma, los premios y castigos de ultratumba, de la resurrección, a la vez que perfeccionó las normas dictadas por su antecesor. 
Fuera de las deidades citadas rendían culto al arco iris, al espíritu del mal, al dios de la embriaguez y de tal modo sus divinidades eran numerosas que cada indio podía inventarse a quien idolatrar a su antojo ya fuera para cada actividad, en presencia de males e infortunios o para pedir a su capricho cuanto desease. 
Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba. 

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
Fuera de las deidades citadas rendían culto al arco iris, al espíritu del mal, al dios de la embriaguez y de tal modo sus divinidades eran numerosas que cada indio podía inventarse a quien idolatrar a su antojo ya fuera para cada actividad, en presencia de males e infortunios o para pedir a su capricho cuanto desease. 
Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba.

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
Fuera de las deidades citadas rendían culto al arco iris, al espíritu del mal, al dios de la embriaguez y de tal modo sus divinidades eran numerosas que cada indio podía inventarse a quien idolatrar a su antojo ya fuera para cada actividad, en presencia de males e infortunios o para pedir a su capricho cuanto desease. 
Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba.

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

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Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
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Fuera de las deidades citadas rendían culto al arco iris, al espíritu del mal, al dios de la embriaguez y de tal modo sus divinidades eran numerosas que cada indio podía inventarse a quien idolatrar a su antojo ya fuera para cada actividad, en presencia de males e infortunios o para pedir a su capricho cuanto desease. 
Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba.

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

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El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
Fuera de las deidades citadas rendían culto al arco iris, al espíritu del mal, al dios de la embriaguez y de tal modo sus divinidades eran numerosas que cada indio podía inventarse a quien idolatrar a su antojo ya fuera para cada actividad, en presencia de males e infortunios o para pedir a su capricho cuanto desease. 
Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba.

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
Fuera de las deidades citadas rendían culto al arco iris, al espíritu del mal, al dios de la embriaguez y de tal modo sus divinidades eran numerosas que cada indio podía inventarse a quien idolatrar a su antojo ya fuera para cada actividad, en presencia de males e infortunios o para pedir a su capricho cuanto desease. 
Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

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El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
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Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
Al lado de las lagunas no faltaron los adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese.

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
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Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
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El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha.

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
El culto de los muertos tenía características especiales: si el hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, ésta emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación. Conjuntamente con los caciques eran sepultados sus esclavos preferidos y sus mujeres Los sacerdotes o jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. Al pie de la sepulturas se entonaban cánticos y se bebía chicha por espacio de varios días. El entierro del zipa colocado en un asiento forrado de oro adornado magníficamente, constituía un hecho soberbio. La muerte era para los Chibchas pensamiento obsesionante y la simbolizaban en una figura que llevaba en las manos una red dispuesta a aprisionar a quien escogiese. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 

Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a altos principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición. Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 
Desde niños los Chibchas eran formados en la escuela del trabajo que los hacía físicamente fuertes, hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos. 




Bochica fue otro personaje fundamental. Hombre de gran sabiduría, había aparecido por el oriente y les enseñó amor al trabajo, respetó a las leyes y honestidad. De él aprendieron a tejer, a construir las viviendas, a comerciar. Una mujer mala (Chíe) les hizo olvidar las normas del profeta e introdujo la corrupción. Como castigo la sabana se inundó hasta convertirse en un mar. Bochica escuchó las súplicas angustiosas y se presentó sobre el arco iris y dijo: “Abriré una brecha por donde salgan las aguas y quede libre vuestra tierra”. Y al decir esto arrojó una vara de oro que abrió el cauce formidable del Salto del Tequendama.

REFERENCIA:

El Tiempo/Colombia Viva/ 30 Abril 2012